Saturnalia Sigillaria Recetas Taller didáctico Referentes


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Los referentes clásicos de la antigua Roma no sólo se encuentran entre las páginas de los diccionarios y las obras literarias que llenan las estanterías de nuestras bibliotecas, también entre las volátiles hojas de los calendarios.

Los imperios se suceden, las culturas se superponen unas sobre otras, como las hojas de los árboles, como las generaciones de los hombres. Así lo vieron ya Homero y Platón. Con frecuencia se ha hablado de los tres pilares de la civilización occidental: la democracia griega, el derecho romano y el monoteísmo hebreo. Evidentemente son muchos más los pilares, las bases de una civilización, pero la afirmación nos habla de tres procedencias mediterráneas: la griega, la romana y la hebrea. Ciertamente la religión cristiana es de procedencia hebrea y no grecolatina. Pero los rituales, ceremonias y festividades de una cultura no desaparecen de la noche a la mañana por la llegada de una nueva religión oficial. Por ello no es extraño ver esa mezcla de prácticas y usos de una religión trasportados a otra. Es el sincretismo religioso. El pan y el vino de la Eucaristía en la Pascua son los frutos de Deméter y Dioniso en los rituales de Eleusis en el equinoccio de primavera. Las fiestas romanas de las Saturnalia sobreviven en los festejos de la Navidad. Y con ellas de nuevo un enclave del calendario astral: el solsticio de invierno, el nacimiento del “Sol invictus”, porque vuelven a alargarse las horas de sol.

En los antiguos pueblos agrarios estas fechas del tránsito de las estaciones eran imprescindibles para ordenar su mundo. Y las Saturnalia, además, suponen el tránsito, el paso, la frontera entre el año viejo que se acaba y el año nuevo que comienza. En torno al 21 de diciembre se ubican los días festivos en honor al dios Saturno, el dios cuyo reinado representaba la antigua Edad de Oro, época de paz y prosperidad por excelencia, con abundancia de comida y sin el esfuerzo del trabajo. De ahí los mensajes de deseo de retorno de esa época dorada que aún hoy nos transmitimos amigos y familiares. En la antigua Roma esas fiestas y esos deseos de cambio en el tránsito de un año a otro se acompañaban también con un sacrificio y banquete públicos a los que se acudía con indumentaria festiva. En las celebraciones familiares se hacía intercambio de regalos e incluso intercambio de roles sociales entre los siervos y los señores de la casa. El mundo al revés por unas horas, la excepción temporal que ratifica el orden establecido del resto del año. En esa subversión de papeles y en el cambio de indumentaria que lo refuerza vemos también el origen de la esencia del carnaval y el indefectible disfraz.

Para afianzar el sentimiento del cambio, el mensaje de prosperidad y de que todo es posible se practicaron sorteos y loterías y se sequía la costumbre de incluir el banquete de celebración postres de frutos secos y tortas demiel con pequeñas sorpresas en su interior, en concreto un haba seca que depararía suerte al que la consiguiera en su porción de pastel. Ese comensal sería coronado como el “príncipe “ de las Saturnales, y sus órdenes deberían cumplirse.

Las mesas de estas celebraciones contaban con una serie de elementos: velas, tiras de lana, etc. Que tenían una función en el ritual y acabaron convirtiéndose en adornos.

En definitiva, los elementos de las actuales celebraciones navideñas que se remontan a las Saturnalias romanas son: